A lo largo de la historia de la humanidad siempre ha habido epidemias: viruela, sarampión, peste o gripe han diezmado la población una y otra vez. Los más frágiles y otros no tanto, más muchos de los que los cuidaban, morían, los médicos entre ellos, porque aunque parezcamos fuertes la exposición repetida nos puede debilitar. Eso era inevitable, dirá cualquier avezado lector, porque no se sabía nada o casi sobre los gérmenes responsables y tampoco cómo protegerse.

Llegó el coronavirus SARS-COVID 19 y, a pesar de toda nuestra ciencia, nos pilló desprevenidos. En poco tiempo conocemos desde la secuencia de su ARN, a una gran variedad de síntomas y presentaciones, y cómo se contagia. Lo que aún no tenemos es herramientas para derrotarlo, a saber, fármacos verdaderamente eficaces y vacunas. Estamos toda la humanidad intentando frenarlo y ganar tiempo, atendiendo a los afectados y procurando que no falten los recursos para los que enferman de gravedad. Intentando salvar vidas mientras se investiga. 

Apenas tenemos armas, pero sí hay escudos. Se llaman Equipos de Protección Individual (EPIs). Consisten en  todas esas cosas que nos ponemos para impedir que el virus llegue hasta nosotros, que entre por nuestros ojos, nariz o boca, y enfermemos. El aprovisionamiento de escudos no fue una prioridad absoluta como debiera haber sido y, tras más de un mes, sigue llegando en cantidades insuficientes.

La escasez de EPIs la hemos suplido con ingenio y con solidaridad. Nuestros chats están llenos de ideas e inventos para fabricarnos o reutilizar mascarillas, máscaras con plásticos o batas impermeables con sacos de basura. A nuestros centros ha llegado todo tipo de escudos donados por particulares, organizaciones o empresas. Y así sobrevivimos la mayoría, con el resultado de más de 35.000 contagiados y 37 muertos, en su mayoría médicos de Atención Primaria, y esto no es de extrañar, somos muchos en la primera línea y es adónde menos llegan los recursos, como siempre.

Tampoco es entendible que compañeros especialmente vulnerables ante este virus hayan trabajado o se pretenda que trabajen en puestos donde están expuestos al contagio, y por tanto, a enfermar con mayor gravedad.

Los sanitarios sentimos que ABUSAN de nosotros, de nuestra vocación por ayudar a los demás. Nuestra salud no parece importarle a nuestros gobernantes, esa es la realidad. Nos han usado durante décadas para atender a los pacientes a destajo, con cargas de trabajo y jornadas imposibles, con contratos vergonzosos y una precariedad laboral propia de un país donde falta el respeto a las más mínimas condiciones laborales.

Sanidad pública con muchas teóricas prestaciones pero low cost a costa de los profesionales. Ese ahorro de dinero institucionalizado siempre nos ha costado un enorme precio en salud que ahora se ve en cifras: el país con mayor porcentaje de sanitarios contagiados en todo el planeta.

Somos David luchando contra Goliat protegidos con escudos de cartón en la edad de los metales.

Hoy a las 20.30h el ejército de David saldrá a las redes para contar lo que estamos pasando. Para que no olviden que podría haberse evitado y que nuestra salud también es importante, para que se agilicen las soluciones, para expresar que estamos HARTOS, para avisar a la sociedad entera que no volveremos a tolerar el trato que hasta ahora hemos recibido.

Nuestro agradecimiento más sincero a todos los que nos estáis ayudando y trabajando desde todos los ámbitos, intentando paliar el déficit de escudos.

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